domingo, 21 de marzo de 2010

Si yo fuera silla

Mi nombre es Carlos Rubio, soy un hombre. Al igual que todo ser humano, tengo una fecha de nacimiento, tengo sentimientos, un cuerpo irregular y como todas las personas tenemos un propósito: nacer, vivir y morir; pero, si hubiera tenido otro, ser una silla tal vez, quisiera haber sido, una “silla de montar”.

Tengo multiples razones por las que, si tuviera que ser un asiento, hubiera elegido ser una silla de montar, las de montar caballos, sementales, de grandes reyes, diseñada y decorada por grandes diseñadores de la época, de la Edad Media, participar en guerras que marcaron historia, que un gran caballero me montara con la esperanza de sentir como el aire le acaricia el rostro, mientras cabalga a la batalla con su gran corcel. Quisiera ser de cuero marrón con detalles y bordes pintados a un negro intenso que resaltara las marcas de adornos de plata pintadas a dorado, ser la silla que cubriera el cuerpo de el mas bello corcel de la corte.

Me encantaría estar en Florencia en la época del Renacimiento y estar rodeado de todos los grandes pintores y escultores italianos que marcaron historia por sus grandes obras. Quisiera que me tratasen como la mejor silla del reino, y que el que montara en mi regazo, fuera el más afortunado de su Edad. Ser de un príncipe, un príncipe que fuera respetado por su maestría, su gran imperio y su arte en la conquista de ciudades, reinos, continentes… Quisiera quedar marcado en libros de historia, ser reconocido como la silla que hizo historia en su Edad y acabar en manos de las personas mas importantes a través del tiempo, que todo caballero que se hiciera respetar, me hubiera montado. Pero todo hubiera sido en vano, si al llegar otros medios de transporte que no fueran el caballo, se hubieran olvidado de la silla de reyes, la silla que cual niño ansía un videojuego nuevo, un gran hombre respetado en su tiempo, ansiaba salir en libros prohibidos, como el hombre que ganó una batalla, montando en un caballo al que cubriera mi acolchada tela.

Yo, sentiría el galope del caballo, el hombre que lo montara, se sentiría más cómodo al galopar sin sentir dolor en el trasero, me sentiría al mismo tiempo que afortunado, desgraciado, supongo que es normal, a nadie le gusta que se le sienten encima. A pesar de todos los inconvenientes que ser silla, sillón, butaca, hamaca, o cualquier asiento tiene, lo cambiaría todo, por viajar en el tiempo, retroceder a los tiempos de los castillos feudales y ser, la mejor de todas las sillas de montar caballos de la historia y vivir en primera persona la que para mí, fue una Edad de Reyes, caballeros, batallas históricas y por supuesto la Edad de los caballeros y sus bellos corceles.

Carlos Rubio

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